Cyan

Él juraba por la cola escamada de las sirenas que lo había dejado junto a la ventana, en la caja que el ebanista le regaló hace ya…bueno, hace varios veranos.
No es tema menor, esta vez no puede encontrar un reemplazo o salvar la situación con una suerte de alquimia cromática. Hay referencias instaladas, hay milenios de presencia que lo presionan y hay una pertenencia a su tierra a la que no quiere renunciar.
 En la caja no está, en las latas no está, en los cien bolsillos de los cien delantales no está. Si por aquí había pasado Kobold se le había olvidado dejar la plata, entonces él no ha sido.
¡El pomo de cobalto no está! El pequeño cilindro plateado que contiene el color del cielo ha desaparecido y con él todas las esperanzas de poder entregar a tiempo el cuadro a Czarny.
Ya no hay tiempo de encargar a los sirvientes que hablen con sus secuaces para conseguir algún favor de contrabando, ni para solicitar un envío veloz desde  Pompeína. Hay que entregar el cuadro o entregarse al exilio, pues defraudar a Czarny nunca era una opción en Ziemia.
Apoyado en el marco de la puerta, como quien no sabe si huir o entrar, su cabeza da vueltas pensando, buscando, creando una solución. Es que a veces lo que no existe hay que crearlo, entonces ¿qué mejor que un hijo del arte para esto? 

Czarny le encargó un cuadro de los valles de la comarca, un lienzo grande, un paisaje extenso, para poder colocar en su cuarto del que no puede salir desde hace años. Él quiere tener un poco más cerca aquello que sólo ve desde su cama, desde esa habitación gélida de claustro ostentoso. 

Han pasado 2 semanas y un sirviente de Czarny entrega personalmente en su atelier la siguiente nota:
Estimado Bozé
                            Le envío la presente nota a modo de agradecimiento por su obra, pues no sólo ha Usted cumplido con lo requerido, sino que ha podido traducir en arte lo que mi corazón siente al anhelar el aire de los valles. Pero sobre todo quiero darle gracias por este cielo tan naranja, tan rojizo, tan de vestido de aurora, porque es ese cielo el que reboza mi alma cada jornada ya que anuncia la partida del manto nocturno y es para mí un alivio saberme vivo en cada nuevo día

Bozé devolvió el gesto con otra nota:
“Excelentísimo señor, me honra con sus palabras y quisiera decirle desde mi humilde porción de mundo… que hay vida después del cobalto”

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